Introducción: La lucha en los mares
Dice la famosa cita inglesa que, “A los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que San Jorge nos proteja”. Esta cita tiene su origen en la superioridad de los Tercios de la Monarquía Hispánica en el ámbito terrestre, lo que los convertía en un rival temible frente a las tropas inglesas. Sin embargo, a la hora de librar los combates en el mar, las Islas Británicas se jactaban de ser superiores a la Monarquía Hispánica.
Esta idea terminó calando en el imaginario colectivo, rodeando a la Armada Inglesa de un aura de invencibilidad, y condenando al olvido las hazañas de la Armada Española. Como resultado, las victorias inglesas fueron ensalzadas, prueba de ello es la mundialmente conocida batalla de Trafalgar o la derrota española de la mal llamada Armada Invencible. En el sentido opuesto, las victorias navales españolas cayeron en el olvido, ofreciendo una imagen de sempiterna inferioridad frente a sus rivales ingleses.
En la obra de Agustín Rodríguez González, Victorias por mar de los Españoles, esta idea se resume muy bien:
“Desde películas y novelas más o menos históricas, pero de gran éxito popular incluso hoy, a sesudos estudios, parece general impresión de que nuestra Historia Naval no ha sido sino una serie ininterrumpida de derrotas, cuando no de desastres”.
Con el objetivo de contrarrestar la negativa imagen que aún perdura hoy en día, vamos a rescatar la historia de la última expedición de Francis Drake, donde las fuerzas españolas tuvieron que hacer frente a un enemigo numéricamente superior, demostrando que, en ocasiones, los ingleses también necesitaban la protección de San Jorge en el mar.
La última expedición de Francis Drake
El famoso corsario Francis Drake llevaba una temporada apartado de los mares, debido al estrepitoso fracaso de la armada inglesa (ver Contraarmada) frente a las costas españolas en 1589, cuando María Pita y el resto del pueblo gallego se levantaron en armas para expulsar a las tropas inglesas.
Las esperanzas de un triunfo rotundo y un abundante botín no tardaron en esfumarse. La expedición fue un fracaso, y la reina Isabel I castigó al corsario por ello, imponiéndole la prohibición de embarcar durante varios años.

Durante aquel tiempo anclado en tierra, Francis Drake ideó nuevamente otro ambicioso plan con el objetivo de asestar el definitivo golpe a la Monarquía Hispánica. Ese golpe iba a ir dirigido esta vez a los preciados dominios americanos.
El objetivo de Drake era atacar la costa de Panamá y hacerse con el control de la ciudad de Nombre de Dios. En el proceso, pretendía recaudar un cuantioso botín e incluso establecer una colonia inglesa que le permitiera controlar el comercio de la zona. Si aquella audaz misión tenía éxito, se pondría en peligro todo el dominio español de la zona.
Sin embargo, la reina Isabel I seguía teniendo muy presente el anterior fracaso de Drake, y dudando de sus capacidades de liderazgo, decidió que Drake compartiera el mando con John Hawkins, un gran navegante. Además, la reina otorgó el mando de las fuerzas de desembarco a Sir Thomas Baskerville. Esta división tripartita del mando terminaría causando numerosos roces entre ellos.

Una vez empezó a cobrar forma el plan, la armada inglesa más grande enviada hasta entonces contra la América española, zarpaba de Inglaterra el 7 de septiembre de 1595, con unos 1500 marineros y 3000 soldados a bordo.
Primeros Problemas: Las Islas Canarias no ceden
A pesar de la seguridad de Drake en el éxito de la expedición, desde el primer momento empezaron a hacerse visibles los problemas de avituallamiento. La armada inglesa no contaba con los víveres necesarios para llegar hasta América, y se vio obligada a hacer una parada en las Islas Canarias.
Drake consideró que atacar las Canarias supondría un triunfo fácil que ayudaría a levantar la moral de la tropa. Por otro lado, Hawkins se opuso rotundamente, pues significaba perder el factor sorpresa, mientras que Baskerville, que poseía el mando de las tropas de desembarco, apoyó a Drake afirmando que sus hombres tomarían Las Palmas en unas 4 horas.
Mientras tanto, los habitantes de las Palmas consiguieron reunir a duras penas a cerca de 1000 defensores, en su mayoría civiles. A pesar de no contar con experiencia militar, los defensores consiguieron detener a las tropas inglesas que pretendían desembarcar en la playa, infligiéndoles numerosas bajas.

Baskerville, que tan seguro estaba de un triunfo fácil, volvió a asegurar a Drake que en vez de tomar Las Palmas en 4 horas como había dicho, lo haría en 4 días. Sin embargo, Drake no se arriesgó a un nuevo intento, y se decidió a buscar zonas más deshabitadas donde desembarcar y obtener los ansiados víveres.
La misión no fue fácil puesto que los habitantes de las Palmas enviaron patrullas por toda la isla que acosaban a los ingleses cada vez que desembarcaban. En una de aquellas patrullas, apresaron a 2 soldados ingleses, que no tardaron en empezar a hablar sobre el verdadero objetivo de la expedición inglesa.

El miedo al posible éxito de la Armada Inglesa y las consecuencias que podría acarrear, hicieron que se enviaran de inmediato buques de aviso a España. Rápidamente, se preparó una flotilla compuesta de 5 fragatas al mando de Don Pedro Téllez de Guzmán, un experimentado marino con amplios conocimientos sobre los vientos y las corrientes del Atlántico.
Sobre Don Pedro recayó una misión compleja y un auténtico reto. El objetivo era alcanzar la armada de Drake antes de que llegara al Caribe para poner en aviso al resto de la población. La flota inglesa ya llevaba un buen trecho de ventaja, y a los españoles se les agotaba el tiempo.
Una carrera contrarreloj para salvar Puerto Rico
Don Pedro Téllez de Guzmán hizo honor a su reputación y las fragatas españolas llegaron en un tiempo récord al Caribe. Tanta prisa se dio, que consiguieron llegar al mismo tiempo que lo hacía la flota inglesa, llegando a entablar combate con ella y logrando apresar uno de sus buques.

Rápidamente, interrogaron a su tripulación con lo que confirmaron el peligro que se cernía sobre el puerto de San Juan en Puerto Rico, hacia donde Drake se dirigía tras los rumores de un cuantioso botín.
Una vez más, Don Pedro se las ingenió para adelantar con sus fragatas a la flota inglesa y conseguir llegar a San Juan para unirse a la defensa de la ciudad. La situación no resultaba muy favorecedora para los españoles, en la ciudad solo había 300 soldados más 300 civiles armados. Además, se unieron 300 hombres de un galeón averiado en el puerto, más el refuerzo de Don Pedro que sumaba 500 hombres. A pesar de este último apoyo, seguían siendo numéricamente inferiores a las fuerzas inglesas.
Don Pedro era conocedor de la desventaja española tanto en tropas como en buques, y por ello se decidió a taponar la entrada del puerto con aquellos buques más viejos, de forma que lograrían entorpecer la entrada de la flota inglesa. Mientras, los españoles empezaron a emplazar las baterías, las piezas de artillería, y a reforzar la defensa en tierra. La flota de Francis Drake estaba cada vez más cerca.
Empieza el combate: Las cosas se complican para la flota inglesa
El 22 de noviembre de 1595 la imponente flota de Francis Drake hizo acto de presencia ante las costas americanas. En un primer momento, Drake decidió fondear y pensar con detenimiento que estrategia seguir. Sin embargo, la flota inglesa cometió el error de acercarse demasiado a la costa, pensando que las defensas españolas serían casi inexistentes.

En aquel acercamiento, Drake no se había percatado de que se encontraban dentro del campo de tiro de las baterías españolas que previamente habían dispuesto los defensores. Las fuerzas españolas al darse cuenta de ello, no dudaron en abrir fuego. En esos momentos, Drake se encontraba en el comedor de su buque junto con dos capitanes. El proyectil impactó de lleno en la estancia, matando en el acto a los dos capitanes, mientras que Drake logró salir ileso milagrosamente.
Aquello suponía un mal comienzo para la expedición, a lo que se sumaba la muerte de John Hawkins por enfermedad. Ante aquellas circunstancias, Drake se decidió a organizar el asalto definitivo a la ciudad.
En medio de las llamas: El plan inglés se tuerce
La noche del 23 de noviembre de 1595, cerca de 30 barcazas con 50 hombres en cada una se dirigieron sigilosamente hacia las fragatas españolas. El plan era prenderles fuego y posteriormente asaltar la ciudad.
Inicialmente, el asalto inglés pareció tener éxito. Contando con el amparo de la noche, los ingleses consiguieron llegar hasta las fragatas sin ser detectados. Una vez allí, se dispusieron a lanzar los artefactos incendiarios, llegando a prender fuego a 3 fragatas.
Sin embargo, los españoles reaccionaron con rapidez y lograron apagar el fuego en 2 de las fragatas. Peor suerte corrió la tripulación de la fragata Magdalena, que ardió hasta su totalidad. Así nos describe Juan Pérez Foncea los últimos momentos de la resistencia española en su obra Venced al corsario inglés:
“El capitán comprendió que no había ya nada que hacer por salvar el barco. No por eso lo abandonó, sino que tanto sus hombres como él continuaron peleando desde la cubierta […]. Esta asombrosa hazaña, la más reñida que jamás se ha visto, duró nada menos que una hora, hasta que el navío se quemó por completo junto con veinte de sus marineros”.
Aquel duro golpe podría haberse convertido en un contratiempo para los defensores españoles, pero terminó otorgándoles una ventaja imprevista. El incendio en la Magdalena fue tan virulento, que las llamas de la fragata alcanzaron un tamaño considerable. La oscuridad de la noche que previamente había amparado a las tropas inglesas se esfumó, y todas sus fuerzas quedaron descubiertas a la luz de las llamas.
Con esta ventaja, los españoles se lanzaron a acribillar a las tropas inglesas y sus barcazas, infligiéndoles cerca de 400 bajas y frustrando el intento de asalto a la ciudad.

Rumbo a Panamá: El Caribe español en alerta
Por otro lado, Francis Drake se resistía a darse por vencido, y durante algunos días estuvo intentando llevar a cabo otro asalto sobre la ciudad. Sin embargo, terminó desistiendo y retirándose el 25 de noviembre.
Dado que la expedición en Puerto Rico había resultado un fiasco, Drake dirigió su flota al objetivo inicial de la expedición, la costa de Panamá. En su travesía, intentó atacar Cartagena de Indias con el objetivo de hacerse con un rico botín, sin embargo, el aluvión de cañonazos con el que fue recibido al acercarse a sus costas, le disuadió de cualquier intento.

Además, las pequeñas incursiones en el interior del Caribe con el objetivo de obtener víveres, se saldaron con un aumento en el número de bajas inglesas como consecuencia de sus encontronazos con guerrillas indígenas y el contacto con las enfermedades tropicales. Finalmente, la flota inglesa llegó a Nombre de Dios en Panamá el 6 de enero de 1596.
Una defensa desesperada en el pequeño fortín de San Juan: 70 contra 1000
Drake preparó el asalto a la ciudad a través de 2 vías. Por un lado, él mismo se encargaría de remontar el río Chargres para penetrar en la región, mientras que Baskerville desembarcaría con 1000 soldados para avanzar por tierra. La intención era que ambas fuerzas formaran una tenaza y tomaran finalmente Panamá. Sin embargo, las exiguas fuerzas españolas demostrarían una vez más, una capacidad de resistencia mayor a la esperada.
Los escasos 70 defensores españoles al mando del capitán Juan Enríquez se habían retirado al pequeño fortín de San Pablo, que habían construido apresuradamente y donde iban a tener que hacer frente a los 1000 soldados ingleses que avanzaban en su dirección.
Cuando aquellos 1000 soldados observaron aquella endeble construcción, se convencieron de que las fuerzas españolas eran realmente escasas y que, por tanto, la victoria sería extremadamente fácil de alcanzar. Sin embargo, no contaron con que muchos de aquellos soldados españoles habían combatido en los Tercios y sabían como mantener una estricta disciplina de fuego. Así, los españoles fueron rechazando embestida tras embestida de los ingleses, y aquellos que llegaban a alcanzar el fortín, eran atravesados por las picas españolas.
Así lo narra Juan Pérez Foncea en la mencionada obra de Venced al corsario inglés:
[…] Tratando de no desanimarse, los británicos volvieron a la carga, una y otra vez. Insistieron durante dos largas horas […] pero los de Enríquez no solo lograban resistir, sino que continuaban causando una impresionante cantidad de bajas en el campo enemigo. Hasta el punto de que los cadáveres de los ingleses se acumulaban en los alrededores de la fortaleza, estorbando los sucesivos ataques de sus compatriotas”.
Lo que iba a ser nuevamente un éxito fácil de conseguir, se convertía en una auténtica escabechina. Sin embargo, a pesar del triunfo inicial de los 70 soldados españoles, para el capitán Juan Enríquez era evidente que no podrían resistir eternamente y envió un mensaje urgente solicitando refuerzos.
Un poco de música para salvar la batalla: La huida de los ingleses
El socorro a los 70 hombres del fortín vino liderado por el capitán Hernando de Liermo Agüero, que sumó 50 escasos hombres para unirse a la resistencia. Agüero era consciente de que seguían siendo sumamente inferiores a la fuerza inglesa, y que unirse a los defensores del fortín podría convertirse en una muerte segura.
Así que jugándoselo todo a una carta, Agüero diseñó un sencillo plan para engañar a los ingleses. Ordenó a sus hombres coger todos los tambores y clarines con los que contaban, y esconderse entre la maleza. A su señal, todos debían tocar los instrumentos a la vez, y avanzar en dirección a los ingleses lentamente. Así, con todo el estruendo que generaban, daba la impresión de que eran una fuerza mucho mayor de lo que realmente eran.
Para los ingleses aquello fue una sorpresa mayúscula, Agüero mandó a los suyos salir de la maleza y atacar a las tropas inglesas. Baskerville, asustado ante lo que parecía una fuerza muy numerosa, ordenó de forma precipitada la retirada.
La huida fue caótica y desordenada, y el propio Baskerville fue herido de gravedad. Los soldados españoles, las guerrillas indígenas y las enfermedades tropicales se aliaron entre ellos para convertir la retirada de los ingleses en una pesadilla.

El propio Francis Drake, desmoralizado ante el fracaso de Baskerville, y víctima de la disentería, terminó falleciendo el 28 de enero de 1596, dejando a Baskerville como el único al mando. Viendo el desastroso resultado de la expedición, la flota inglesa puso rumbo a Inglaterra.
Resultados: La derrota inglesa y una historia olvidada.
La travesía de vuelta a casa estuvo marcada por las mortales epidemias que no hicieron más que aumentar el número de bajas. Al final, de los 28 buques ingleses que habían partido el año anterior, solo habían conseguido regresar 8.
Así terminaba la ambiciosa expedición de Francis Drake, la cual le terminaría costando la propia vida. Aun así, su historia sigue siendo poco conocida para el público general, y se suma a la lista de triunfos navales españoles que quedan opacados ante la imperante narrativa anglosajona.

Así, a modo de ejemplo, podemos citar la victoria sobre la Contraarmada inglesa en 1589, la gesta del Glorioso en 1747 que enfrentó a un solitario buque español frente a una docena de barcos ingleses, o la más popular victoria de Blas de Lezo en Cartagena de Indias que enfrentó a unas fuerzas sumamente desproporcionadas (6 navíos españoles frente a cerca de 200 navíos ingleses).
Al hacer un recorrido por estas batallas llama la atención la falta de medios o las exiguas fuerzas con la que los españoles tuvieron que hacer frente a sus enemigos, y el ingenio y tenacidad que los llevó a alcanzar la victoria cuando parecían tener todo en su contra. A pesar de ello, muchos de estos triunfos han ido cayendo progresivamente en el olvido. Pues como dice Agustín Rodríguez González en la citada obra:
“Otros pueblos podrán presumir de sus propias realizaciones, pero parafraseando a Churchill bien podríamos decir de los marinos españoles que “nunca tantos han conseguido tanto con tan poco”.