Max Hastings comienza Guerreros: Retratos desde el Campo de Batalla (Desperta Ferro), recordando que nos encontramos frente a una obra de la vieja escuela, un estudio pasado de moda que trata sobre personas y en el que le interesa fundamentalmente conocer, en todas sus facetas, la figura del guerrero, para tratar de comprender a esos individuos capaces de arriesgarlo todo en el campo de batalla «por motivos a veces egoístas o equivocados, pero normalmente nobles», y para ello se vale de un sensacional reparto en un título en el que ha tratado de alejarse todo lo posible del análisis de corte académico que cabría esperar, para escribir una obra de tremendo pulso narrativo, casi novelesca, que nos lleva a visitar algunos de los escenarios bélicos más reseñables de los últimos doscientos años de la mano de 15 hombres y mujeres cuyo valor y sentido del deber están siempre por encima de cualquier otra consideración.
Lo primero que llama la atención en Guerreros es la selección de protagonistas que ha realizado Hastings. En un título en el que esperaríamos encontrar nombres mucho más sonados, el autor se decanta por incluir un elenco de viejos conocidos cuyas historias han inspirado multitud de publicaciones y biografías anteriormente, pero que quizás no sean los más reconocibles para el gran público. Tratándose de Max Hastings esto no supone necesariamente algo negativo.
Iniciamos nuestra andadura de retratos bélicos recorriendo los más famosos campos de batalla napoleónicos junto al húsar Marbot, para reunirnos poco después en España con su contemporáneo Harry Smith y su joven esposa, la valiente Juanita; acompañamos a Joshua Chamberlain, antiguo profesor de universidad, en la Guerra de Secesión estadounidense, donde demostró, además de un tremendo coraje y valor, ser todo un caballero; con John Chard asistimos a una transformación asombrosa, la de un simple soldado, taciturno y un tanto patético, en héroe nacional de enorme prestigio y notoriedad por su actuación en Rorke’s Drift contra los zulúes, tras lo cual, todo hay que decirlo, continuó con su triste y aburrida vida; encontraremos al imprudente y presuntuoso Fred Burnaby, siempre hambriento de nuevas sensaciones y aventuras, que nos guiará a los destinos más sorprendentes y peligrosos; el capitán Müller, un verdadero caballero al que las nuevas tecnologías y prácticas militares ha cogido por sorpresa; también a Frederic Manning, que dará voz a los soldados rasos de la Gran Guerra en un libro que se convertiría en un enorme éxito y Rickenbacker, para el que la guerra no sería más que una competición en la que derribar el mayor número posible de aparatos enemigos; más tarde vendrán John Masters, Guy Gibson, Audie Murphy, James Gavin, Nancy Wake, John Paul Vann y Avigdor Kahalani. Todas ellas vidas dignas de admiración que, alejadas del campo de batalla, no siempre alcanzarán el éxito personal.

Más allá de un simple libro de relatos biográficos, Guerreros supone una profunda reflexión sobre el fenómeno de la guerra, la violencia y, sobre todo, el valor, a través del estudio de una serie de personajes tan diferentes y alejados entre sí que a menudo resaltan con mayor fuerza sus semejanzas y cualidades que, puestas de relieve y desde la cómoda distancia, nos ayudan a esbozar un retrato de lo que supone la naturaleza del héroe.

Nos encontramos frente a un autor conocido por incluir en sus libros historias mínimas de soldados rasos, oficiales o, incluso, civiles anónimos que contribuyen a añadir un cierto toque de realidad y cercanía a sus narraciones. Así, en 1914: El año de la Catástrofe nos arrastró junto a jóvenes soldados a lo largo de trincheras anegadas por el agua, leímos su correspondencia personal o asistimos a testimonios inauditos en algunos de los mayores conflictos del siglo XX en títulos como Armagedón, Némesis o La Guerra de Vietnam, en la que el propio Hastings participó como corresponsal de guerra,… No sorprende por tanto que en Guerreros, Max Hastings trate, pese a todo, de llegar a la persona que se oculta tras el símbolo, enfrentando a sus héroes de carne y hueso con sus propios demonios para mostrarlos así en toda su magnitud.
Los héroes de Hastings poseen múltiples dimensiones y con frecuencia se diluyen fácilmente entre las luces y las sombras. Muchos son ambiciosos y egoístas, megalómanos, competitivos, alcohólicos, mujeriegos o depresivos,… todo lo cual no menoscaba en la admiración y el respeto que les brinda el autor por sus hazañas. Al contrario, los humaniza y los vuelve aún más reales y cercanos.
No obstante, y a pesar de compartir lugares comunes, no podemos dejar de sorprendernos al pensar en aquellos primeros guerreros que se arrojan en el fragor de la batalla, espada en mano, a las fauces de una muerte segura sin vacilar. Tiempos aquellos en los que era preferible morir a ser considerado un cobarde. Sin embargo, conforme la guerra se industrializa y las técnicas militares se vuelven cada vez más modernas, nuestros guerreros, curiosamente, se parecen más entre sí: «[…] procedían de familias desestructuradas o habían tenido infancias muy duras, mostraban una implacable determinación de salir adelante y a no pocos de ellos los consumía una furia interior que amenazaba con explotar en cualquier momento.»

Resulta imposible separar la capacidad docente de Hastings del puro entretenimiento, ofreciéndonos una obra tremendamente fácil de leer, de ritmo ágil, repleta de acción y aventura, que nos empuja a la primera linea de fuego con la facilidad de una novela, gracias a un estilo narrativo que permite además la posibilidad de enfrentarnos al texto desde múltiples perspectivas.

Guerreros es pura diversión, y que se trate de un libro de biografías cortas, de relatos al fin y al cabo, contribuye a facilitar enormemente su lectura, y aunque en principio el libro esté pensado para leer en orden cronológico, nada nos impide saltar a aquellos personajes que más nos puedan interesar en cada momento.
En definitiva, una obra tan amena que, de reprocharle algo al autor, sería que no decidiese incluir un puñado de biografías más que prolongasen la lectura.